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Monday, December 27, 2004

Abel

Abel había nacido enojado, se sentía cómodo sintiendo ira, de hecho le parecía inconcebible sentir satisfacción. Decía de aquellos que se sentían satisfechos que eran unos mediocres, hombres inferiores, conformistas.

El intentaba ser como él pensaba debía de ser, pero la ira no le permitía muchos avances. Abel tenía la idea de un mundo, sabía como debían de funcionar las cosas, como la gente debía de conducirse, si todo fuera como él lo pensaba, la vida sería diferente, el mundo sería merecedor de ser habitado, sería un mundo en el que él se atrevería a sonreír.

Abel era un realista, no usaba mucho su imaginación por que no veía la utilidad en ello. No entendía eso que llamaban amor, para él no era más que hormonas, instinto y unas cucharadas de soledad. Sentía como las orejas se le tornaban rojas cuando alguien de buena voluntad trataba de explicarle, más furia sentía.

Pero, no todo era malo, después de todo, apreciaba la belleza en ciertas cosas, en los pájaros, en las hojas de los árboles, en frases de antiguos pensadores, en los libros. Abel vivía en un apartamento sin compañía, nunca había la había buscado, no creía en nada que no pudiera explicar científicamente. No le gustaba, la incertidumbre, las emociones, lo inesperado de otro ser humano deseoso e incompleto, así que decidió evitarlo por completo.

Abel, a veces soñaba con no despertar, no veía el objetivo de existir si era inalcanzable aquello que él deseaba, él soñaba con su hermano, soñaba que su hermano como en los viejos tiempos lo sacaba de su miseria.

Fabiola

Diciembre de 2004

Friday, December 10, 2004

Un sí por respuesta.

Para Leonel

Viernes por la noche, se sentía cansada, le había prometido asistir a la reunión. La recogería Samuel a las 9, irían en metro al centro.

La ciudad se dibujaba como un caleidoscopio, cada instante era una imagen diferente, la gente, las luces, los autos, y ellos. Llegaron sin contratiempos. Caminaron por la estrecha puerta, sus amigos los esperaban. Saludaron, se quitaron el abrigo y llamaron al mesero. Ella miraba a su alrededor, como buscando algo. En la mesa del fondo, en la penúmbra, un hombre y una mujer conversando. Sintió como bajaba una corriente fría por su espalda, la tercera persona en la mesa, él.

Cerró los ojos, sacudió la cabeza, y no miró más.

Desde hacía dos años, lo veía en todas partes, en todas las personas. Tenía que convencerse que él ya no estaba, que él se había ido. Trató de poner atención en sus amigos y en la conversación. Samuel se disculpó y fue al baño. Ella aprovechó para ir a la barra y ordenar algo de tomar, ya que el mesero no se aparecía. Tomó valor miró otra vez hacia la mesa. Él esta vez la miró fijamente, había dejado crecer su pelo y su barba, parecía diferente. Sin embargo, esa mirada no podía pertenecer a nadie más. Despacio, ella giró su cabeza hacia la barra y pidió un trago.

Samuel la alcanzó en la barra y se percató de las lágrimas en sus ojos.

- ¿Qué pasa?

- Es él otra vez.

Él corrió su brazo por sus hombros,

- Ya hemos hablado de esto.

- Lo sé.

- Vamos a pasárnosla bien. Esta noche, es Nuestra Noche.

Regresaron a la mesa con los tragos en la mano, ella no quería ver, pero no lo podía evitar. Lo único que quedaba de él era un par de billetes sobre la mesa. La pareja que lo acompañaba, bailaba en la pequeña pista.

Ella, se dividía en dos, una parte habitaba en el mundo presente, conversaba y convivía con la gente. La otra parte no dejaba de pensar en él. Pensaba en el dolor que le había provocado, pensaba en lo felices que habían sido y sentía culpa por no poder amar a Samuel.

Fue al baño para poder tener un minuto de soledad, él la esperaba en la entrada del baño. Se miraron, ella no podía sostenerse en pie. Le dijo desafiándolo: “Tú no existes, tú estás muerto, vete”. Ella trató de entrar al servicio, él no lo permitió. Ella sintió perder la cordura. Él la tomó de los hombros y la obligó que lo mirara a los ojos. “Vine a pedirte perdón, lo tuve que hacer por tu propia seguridad”. Ella no podía respirar, se ahogaba. Sus piernas se hacían líquidas, y veía todo negro. En el fondo ella confiaba que todo era el resultado de su imaginación, y que despertaría pronto.

Él la abrazó, antes de que se desplomara en el piso. Ella ahora lo podía tocar, se sentía real, demasiado real para ser un sueño. El tono se su voz cambió, hablaba como una niña en frases cortas, trataba de explicar lo que estaba pasando. “Tú no estás aquí. Tú estás muerto. Tú te moriste el 21 de Marzo del 2000. Ibas con tu amante. Los dos murieron”.

Él repetía.

- Perdóname, perdóname.

Su cara pálida y sin gesto. Sus ojos no miraban a ninguna parte. Ella le preguntó: Díme, por favor que no estoy loca, díme por favor que no estoy loca. Él trataba de tapar su boca con la mano para no llamar la atención. Le rogaba guardara silencio.

Cuando ella calló, él dijo: No hubo tal amante, fue para desilusionarte. No he dejado de pensar en tí ni un sólo instante. He venido a pedirte que vengas conmigo.

Ella tenía la mirada perdida, rayaba en la locura. Con la poca voluntad que le quedaba aceptó, salieron del lugar tomados de la mano. Caminaron calle abajo. Caminaron por las calles de la ciudad siempre cambiantes, pasaban las horas, hablaban sin parar, ella recobraba la sensación de ser, pronto amanecería, ella le propuso fueran a su casa, él aceptó.

Preparó té para los dos, se abrazaban en el sillón, se fueron a la cama con dos años de deseo, hicieron el amor hasta que los rayos del naciente sol les cubría la cara, durmieron con sus cuerpos entrelazados.

Samuel y los demás la buscaron por todas partes. Samuel guardaba la esperanza de que todo era un malentendido, ella tal vez necesitaba estar sola.

Habían pasado sólo algunas horas, una perilla mal cerrada, un vecino llamó a la policía cuando el persistente olor a gas saturaba el aire. A la fuerza abrieron el departamento. Ella yacía en la cama, con un gesto de entrega. Estaba sola, durmiendo el sueño eterno sola.

Samuel la miraba, no reconocía aquel gesto en su cara. Sin embargo, era ella. Al identificarla dio un sí por respuesta.

Fabiola

Diciembre de 2004

Thursday, December 02, 2004

Diana

Diana es una cosita bonita

Diana va a cumplir ocho años

Diana sueña con unicornios dorados

Ella una tarde tocara las nubes


Diana pregunta su madre cuando será su cumpleaños

"Será pronto no desesperes, mi niña"

Ella llevará un vestidito blanco

y unos zapatitos azules


Diana vive con mamá y papá

Diana tiene un perro y un conejito

Diana cuenta los días para su cumpleaños

Diana quiere una estrella, un arcoiris, y una gota de mar


Diana duerme, vuela en las nubes

Diana siente que la tocan

Diana no se puede mover

Diana tiene miedo


Diana esta triste

Diana no se quiere levantar

Diana ya no quiere los regalos

Diana lo que quiere es llorar


Diana abre los ojos

Diana no puede hablar

Diana quiere que aquello fuese solo un sueño

Diana supo hoy que los unicornios no existen.


Fabiola
Diciembre 2004

Que día es hoy?